El respeto a las personas, a las cosas, a los animales y "animalas" que se desloman tan sólo por una pelota.
Los artistas que fascinan a los niños (y a los padres, aunque no lo "procesen" del mismo modo).
La soledad, tan bella, tan perfecta y tan cruel; el vacío interior, que lo llena absolutamente todo.
Esa libertad para ser nosotros mismos que perdemos al dejar la infancia.
Monstruos, toreros, travestis, perros y símbolos nazis.
Madrid y sus fantasmas, más reales que nunca.
[Fuente: MercedesHausmann.com]
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